La rosa blanca
El autor de esta obra es Bruno traven el es de Alemania nació el 23 de febrero de 1882- México 23 de marzo de 1969 este autor pertenece a la escuela literaria neoclásica siglo XVI el género de esta obra es de tipo narrativo el tipo de novela es dialogada los prototipos textuales que predominan en la obra son narrativo y cognitivo el tipo de narrador es extradiejetico porque él no está en el momento en que ocurre la historia solo la ha leído la historia por eso la narra.
Los personajes principales es don Jacinto el era un hombre bueno indígena vestía huaraches. Los personajes secundarios son el señor pallares, el licenciado Pérez es un personaje antagonista él era malo esta historia se sitúa en la época de la conquista de América el tiempo interno de la obra es de un año.
Los elementos de la historia son los personajes como: el señor Pérez, don Jacinto, el licenciado villares, doña conchita, La hacienda y los trabajadores, la situación inicial de la obra es el descubrimiento del petróleo en la cual se presenta un conflicto por la venta de la hacienda.
Lleigh Avenue en St. Louis, Mo. Don Jacinto se consideraba solamente UN individuo a quien por casualidad la providencia le había confiado Rosa Blanca para toda la vida. Era la única autoridad de su mundo. Todas las diferencias que surgían entre las familias que habitaban Rosa Blanca, respecto a la propiedad de un becerro, o bien cuando se trataba del deseo de dos jóvenes de unirse indebidamente, o cuando se disputaba alguna herencia, o tratándose de cualquier otra dificultad que se presentara en su vida social y económica, eran sometidas al juicio de don Jacinto, y aquél era inapelable.
El más pequeño acto criminal cometido por la Cóndor era la falsificación de certificados de nacimiento para acreditar a supuestos herederos como propietarios. Había sido el señor pallares, agente comprado de la Cóndor, quien personalmente había hecho a don Jacinto aquella última oferta. El licenciado Pérez ya no pretendía alquilar. Los directores sustentaban la idea de comprar la hacienda definitivamente. En tal caso la compañía ofrecía más dinero, bastante más en verdad; a ello Jacinto no podría rehusarse.
El señor Pérez era el principal abogado de la Cóndor en la República, y recibía fuertes sumas por representar a la compañía ante la ley y las autoridades de la República.
El cuartel general de la Cóndor estaba en San Francisco, California, con varias sucursales en Oklahoma, Tulsa, Pánuco, Tuxpan, Tampico, Ébano, Álamo, Las Choapas y Minatitlán, y se encontraba lista para establecer algunas nuevas en Istmo, Campeche, Venezuela y en la región del Chaco. Colindando y cortando en parte en esa nueva posesión de la Cóndor, se hallaban las tierras de una vieja hacienda llamada Rosa Blanca. De don Jacinto eran aún soberanos de la Huasteca. La organización social y económica era patriarcal, basada en la tradición y en las características especiales de la raza indígena.
Todos los peones del rancho eran indígenas y de la misma tribu que el propietario, Nadie pagaba a don Jacinto, propietario de Rosa Blanca, alquiler alguno por las casas ocupadas y las tierras explotadas por aquellas familias. Y más aún, a cada familia se le permitía criar determinado número de animales que pastaban en las praderas de la hacienda. Don Jacinto, indio de pura raza como todos los que allí habitaban, proporcionaba medicamentos a todos los que enfermaban. La patrona, su esposa, india también, que había adquirido alguna habilidad para atender enfermos en un hospital, actuaba como médico en algunos casos y en otros, especialmente los muy precisos, como partera.
Todos los problemas se simplifican, cuando hay bastante tierra disponible y hombres que sepan cultivar el suelo que aman, pero todos se complican a la vez, en el momento en que los hombres son arrojados del suelo al que pertenecen. Hasta el señor Pérez empezaba a comprender esto al enfrentarse con el problema de los desocupados. El indio lo sacaba de la aparentemente invulnerable posición que ocupaba en su propio mundo. Lo sacaba aún de las fronteras de todo aquello que había estudiado en la escuela y aprendido de la vida. Si se encontrara sentado ante otra persona culta como él, un comerciante, un hombre de negocios, un arquitecto o un banquero en lugar de aquel indio, habría podido resolver fácilmente el problema, en presencia de un hombre que como él viviera en una gran ciudad, para una gran ciudad y de una gran ciudad.
Lo que opino de esta obra está bien porque don Jacinto nos pone el ejemplo de hacer lo correcto y pensar las cosas antes de hacerlas.
